10 a.m. Envuelto por el discreto tañido de las campanas de la catedral, los chirridos que producen los pájaros que revolotean junto a mi ventana y los golpes, dispersos pero decididos, de la escoba que maneja la limpiadora sobre los rodapiés de la escalera del edificio (hoy toca limpieza), me despierto una mañana de un día cualquiera de principios del mes de junio. Descansado y con un largo día por delante. Es cierto que estoy de baja por maternidad (compartida) y, por eso, no he de ir a trabajar, pero no es menos cierto que trabajo no me va a faltar, aunque sin salir de casa...
(02:00 ) Una vez me decido a levantarme, me encuentro con Alea más dormida de lo habitual... Pero prefiero despertarla porque en breve le tocará mamar y habrá que ir preparándolo todo...
Los sonidos de la calle (o mejor dicho del callejón de Montanyans), a la que da la ventana de la habitación, se hacen presentes hasta invitarte a participar, aunque sea de forma pasiva, de la conversación o de la situación que se esté produciendo... y las hay muy variadas.
(03:00) Nos vamos de la habitación y, ya en la sala de estar (cocinar y todo lo demás), dejo a la pequeña sobre su manta, estirada en el sillón, para que se despierte poco a poco y pueda estornudar tranquilamente...(es muy habitual). La puerta del balconcillo (que da a la esquina del carrers Carders y Allada Vermell) también deja que los sonidos del barrio se cuelen en la sala. Ahora la calle está bastante tranquila y predominan los pájaros que alternan con los balbuceos de Alea (y de su papá que también juega a balbucear).
(06:30). Ah... y claro que quiere comer... y el papá no tiene el biberón preparado, así que, mientras prepara el desayuno, tendrá que aguantar el llanto desconsolado de un bebé hambriento. Las prisas no son buenas para tranquiliza...
estas cosas....
(09:00) Y los besos no solucionan nada... Únicamente cogerla en brazos y darle un poco de movimiento la tranquiliza...
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